¿ES EXITOSO EL MODELO DE GUAYAQUIL?

JUAN JOSÉ ILLINGWORTH

Por razones que pueden ser diametralmente opuestas, los guayaquileños y no guayaquileños obtendremos importantes beneficios si contestamos correctamente, y con profundidad, la pregunta que plantea este artículo.

Hasta hace poco, existían muchos indicios de que “el modelo de Guayaquil” era exitoso: 1) muchos cantones pequeños emularon varios de sus componentes, como entrega de tablets a todos los bachilleres, libros e internet gratuitos, regeneración urbana, etc. 2) articulistas de la capital, otrora aprehensivos contra todo lo que venga de Guayaquil (Fernando Carrión, Felipe Burbano de Lara, Simón Espinoza), publicaron sendos artículos en los cuales decían que ya quisiera Quito contar con un modelo tan eficiente como el del municipio de Guayaquil 3) la percepción de quienes viven en Guayaquil de que la labor del municipio ha generado un progreso, tanto material como intangible, difícil de negar.

Sin embargo, a raíz de la escalofriante tragedia que hemos vivido alrededor del COVID 19, han surgido voces que cuestionan duramente lo exitoso del modelo. Quizás son voces de envidiosos que estaban al acecho de que el exitoso tenga un traspié que les hiciera olvidar su mediocridad, quizás son meros asalariados por grupos de banqueros tenedores de bonos, o por políticos mezquinos y vanidosos. Lo cierto es que, lanzada la duda, ésta, en honor a la verdad, tiene que ser despejada, sin importar la altura o bajeza de quien la lance.

Lo que normalmente significa el “modelo exitoso” de Guayaquil, en realidad se refiere a la gestión del municipio y, a juzgar por los resultados alcanzados en los ámbitos de sus competencias, es fácil la conclusión. En efecto, los problemas de la Bahía y la falta de urbanidad fueron resueltos con orden y decencia, las plaza y mercados fueron estructurados racionalmente, en transporte urbano se diseñó e implantó una metrovía y aerovía, muy superiores a lo anterior (y sin pasarle la cuenta al resto del país), los terminales terrestres y aeroportuarios fueron suplantados por modelos de gestión eficientes que modernizaron las puertas de ingreso a la ciudad, el abastecimiento de agua potable y disponibilidad de alcantarillado -que eran una gran debilidad por causa de las invasiones- fueron resueltos casi en su totalidad, la regeneración urbana de grandes sectores modernizó la arquitectura de la ciudad, se rescató zonas abandonadas como el cerro Santa Ana y los malecones del río y el salado, la ciudad volvió a ser limpia con un sistema de recolección de basura que por tonelada cuesta la 3ª parte que en la capital, se construyeron parques recreacionales y se triplicaron las áreas verdes. Esto fue posible porque apenas el 15% del presupuesto municipal fue para remuneraciones y gastos y el resto para inversión en obras. La deuda en que incurrió el municipio para estas obras no llega ni al 1% del PIB del cantón. Entonces, sin lugar a dudas, en términos de medir el buen manejo de la función pública, creo que son suficientes argumentos para concluir que el modelo de gestión municipal ha sido no bueno, sino extraordinariamente bueno.

Sin embargo, en mi opinión, el modelo de Guayaquil no ha sido exitoso, pues una cosa es el modelo de gestión de la municipalidad y otra muy distinta el modelo de desarrollo de una ciudad. Me explico: el correísmo revolucionó al país centralizando toda competencia importante en manos del Gobierno Central y de la burocracia dorada capitalina. Se centralizó el manejo de la salud, educación, vialidad, cuencas hidrográficas. Desde Quito se eliminó el PAP (Programa de Aseguramiento Popular) que brindaba desde el municipio servicios básicos de salud a los más pobres, se eliminó la posibilidad de que el municipio entregue libros gratuitos a los colegios públicos o modernice la infraestructura física de sus planteles, se le negó su participación en la seguridad ciudadana a través de la Corporación Municipal de Seguridad, se eliminó CEDEGÉ y el manejo de la presa de Chongón y Daule Peripa, se eliminaron instituciones enteras de salud, como el Hospital de afectaciones pulmonares Alfredo Valenzuela y el Instituto de Investigación Leopoldo Izquieta Pérez, entre otras destrucciones del centralismo.

Yo afirmo, entonces, que no puede ser exitoso un modelo de ciudad que no cuenta con el poder para administrar los componentes básicos de su desarrollo, los cuales se encuentran en manos de burócratas que viven a 2,800 metros de altura y que usan la cuenta única a su antojo. No puede ser exitoso el modelo de Guayaquil mientras no tengamos la potestad de administrar el puerto principal, ya que las autoridades portuarias locales desaparecieron. No es exitoso un modelo que no tiene la facultad para construir el Puente Sur que le dé un acceso racional y eficiente al puerto principal.

Para que una ciudad del tamaño de Guayaquil pueda forjarse un destino y caminar hacia el desarrollo, debe tener la potestad de definir el contenido y modelo de gestión de su educación y de su salud pública, debe poder controlar las fuerzas del orden que actúan sobre la ciudad, como sucede en Estados unidos y en cualquier país desarrollado. Un modelo exitoso debe asegurarle a una ciudad que sus fondos sólo los pueda girar la ciudad y no puedan ser apropiados por el ministerio de finanzas (ya van 4 meses más 18.5 millones del 2019, son más de 120 millones) y gastados en otras cosas. Debe Guayaquil poder asumir competencias que la actual Constitución entrega irracionalmente a quienes desde sus escritorios imaginan sistemas y controles que sólo sirven para justificar sus abultados sueldos y mantener al país prisionero y quebrado como a un Gulliver amarrado por telarañas burocráticas.

En resumen: el modelo de gestión municipal es súper exitoso; mientras que el modelo de ciudad es un modelo destinado al fracaso. La pandemia ha desnudado la importancia de una infraestructura de salud que llevamos años denunciando como deficitaria y unos servicios de pésima calidad, ambas obligaciones del Gobierno Central. Encima, a las instituciones privadas y locales que ayudan, como las de la Junta, SOLCA, etc., las hacen trabajar y no les pagan. Y, como frente al COVID no tienen ni implementos ni medicinas, sólo nos dan palo dizque porque somos desobedientes.

Si de verdad queremos tener un sistema exitoso, para Guayaquil y el país, debemos optar por el Federalismo ahora. Poder local para normar, recaudar y gastar. No hay un milímetro que podamos ceder en esta guerra que estaremos librando entre la sobrevivencia de un modelo caduco (que cobija a pipones y algunos falsos empresarios) y la sobrevivencia no sólo de Guayaquil, sino de la periferia política toda.